Durante más de dos décadas Marcela ha realizado diversas investigaciones sobre las maneras en que la energía, sus usos y su gasto, configuran la ética de un modelo social y de las formas políticas que lo sostienen. Sus pesquisas arrojan una proposición osada y fulgurante: el impulso de trascendencia de las filosofías en occidente se sostiene en la energía: sutil manera para designar al poder.
A partir de la construcción de máquinas mecatrónicas Marcela ha realizado, en primera instancia, una crítica abrasiva al sistema de producción y consumo de objetos que caracteriza al capitalismo económico: esa máquina de hacer cosas que insaciablemente consume materias y seres.
Las sociedades posmodernas parecen medir el grado de “progreso” por la cantidad de energía que tienen a su disposición. Cada gesto, cada noticia difundida en Twitter, cada baile de TikTok, significa el empleo de petróleo, gasto y quema que calienta. Si todo despliegue de energía responde a la satisfacción de una necesidad, ¿para qué sirve tal despliegue de energía en nuestras sociedades?
Los instrumentos de Marcela Armas proponen una forma de tecnología que contraviene a la lógica del capital pues no recrean la espiral de producción a través del extractivismo de los “recursos naturales”, falaz oxímoron. Para el sistema postcapitalista, el mundo existe para ser apropiado y explotado. Desde Descartes, Occidente vive bajo la premisa de ser “dueños y poseedores de la naturaleza”.
Marcela Armas, por el contrario, abrevando continuamente de formas de entendimiento opuestas a las mencionadas, crea artefactos que producen afectos y energía que tiende al cuido de la vida en sus más heterogéneas manifestaciones, dislocando la mirada científica que domina nuestra era, por ahora…
Marcela Armas no cae en la parálisis que el capitalismo quiere provocar, mostrándose como un sistema absoluto, unitario y totalizador del cual no hay escape, pues sabe que el espectro de libertad social es más amplio. Bajo esa premisa, sus obras proponen una práctica autónoma que procura eliminar la dependencia.
Durante años se ha empeñado en ser ella misma –junto a sus amigos y amigas cercanas– quien crea sus máquinas, casi sin intervención de procesos externos.
Esta ética no sugiere una autarquía política. No hay en sus obras una invitación a aislarse y abandonar el mundo y las relaciones que nuestra existencia tiende con diversos seres en cada instante. Por el contrario, nos invita a inclinarnos a una coexistencia consciente en la cual variadas entidades existen en respetuosa y regenerativa relación. A la fría guerra declarada en contra de la vida responde con la compasión. Estas autonomías-en-relación son practicadas en su cotidianeidad, en las tierras de Guanajuato, donde vive enriqueciendo la vida, practicando la educación autónoma, la sanación autónoma, la nutrición autónoma, procurando la diversidad.
Mauricio Marcin
Curaduría: Mauricio Marcin Álvarez