La práctica artística de Miguel Cinta Robles se desdobla de su costumbre de andar afectivamente el territorio que le rodea. La colección de objetos aquí presentada es una pequeña muestra de todo aquello con lo que Miguel se encuentra en sus caminatas, y es por esto que no pretende completitud ni coherencia precisa, sino ser detonadora de posibilidad: que los objetos aquí expuestos evoquen afectos más allá de su clasificación en una taxonomía científica. Las piedras, ramas, plantas y semillas en este cubo blanco se permiten tejer relaciones estéticas entre ellas, así como otros vínculos especulativos que brotan entre sus características y las experiencias que les espectadores generan en relación a ellas. En su disposición hay una cierta influencia de las cámaras de maravillas, esas habitaciones renacentistas llenas de rarezas y objetos exotizados por el ojo occidental, en las que ya se combinaban arte y naturaleza a través de relaciones artificiosas y vínculos imaginados. En la visión de Miguel, la manera de exhibir y organizar los objetos es tan importante como los objetos mismos, y al rechazar los dispositivos museísticos y científicos comunes —como la vitrina y la mesa de trabajo, síntomas de una forma racionalista y europea de concebir el conocimiento— se busca crear un sub-espacio penetrable, que en su fusión con los objetos orgánicos se convierta a sí mismo en el objeto artístico: un solo objeto-obra que surge de la suma de las partes.
La colección pretende acentuar el carácter ficcional de toda construcción de conocimiento, especialmente aquel que se genera desde personajes histórico-científicos romantizados como suelen ser los ‘exploradores botánicos’. Figuras en su mayoría europeas y estadounidenses, que aparecen en Oaxaca —y muchas otras localidades del sur global — para descubrir, nombrar, clasificar y posteriormente historizar, institucionalizar y frecuentemente comercializar los frutos de sus exploraciones. Opuesta a estas colecciones etnobotánicas motivadas por el extraccionismo, la Colección Margarita Robles — que lleva el nombre de la abuela, madre y frecuente pseudónimo de Miguel— confronta la recolección violenta con una colección creada desde el caminar cariñoso, afectivo de los cerros y paisajes. Conformada desde el tomar suavemente y preservar, partiendo de los principios de pedir permiso, tomar prestado, recoger con cuidado.
La colección también se propone, a través de los vínculos especulativos antes mencionados, la posibilidad de crear taxonomías otras, teniendo en mente cómo se genera conocimiento desde estas clasificaciones. ¿Qué tipo de conocimiento nace de una taxonomía espacial, especulativa? ¿Qué sucede con el conocimiento cuando se invierten, aplanan o subvierten ciertas jerarquías? La exhibición aventura respuestas suaves a estas preguntas y se presenta como una fracción, apenas la rama museable de la práctica de Miguel. A su semilla, las caminatas, también estás invitade.
Gabriela Cepeda
Curaduría: Gaby Cepeda