Germán Cueto perteneció a una joven generación de creadores y pensadores mexicanos que, lejos de seguir los principios estéticos emanados de la Revolución mexicana, aspiró a seguir un camino que se hallaba estrechamente vinculado con Europa, con el movimiento y la velocidad, con la transformación vertiginosa del mundo.
Fue un artista que, gracias a los viajes por el viejo continente, entró en contacto con las vanguardias de su tiempo para dar vida a un arte en el que la diversidad de estilos, materiales y disciplinas fue su sello. Por ello no resulta extraño encontrar en su obra la conjunción de elementos del dadaísmo, del cubismo y del primitivismo; materiales como el alambre, el acero, el bronce, las pastas, el papel y la tela, y disciplinas como la plástica, el teatro, el diseño y el cine; todos ellos elementos que le permitieron acuñar un estilo que se distinguió por el tránsito entre lo figurativo y lo abstracto, lo dinámico y lo estático, lo intuitivo y lo reflexivo.
En el conjunto de su obra sobresalen las máscaras, creaciones en las que los planos protuberancias, texturas y policromías caricaturizan, a veces, la faz humana y, en otras, la transforman en una representación que al observarla nos remite irremediablemente a las antiguas culturas prehispánicas. Así, Cueto hace del rostro un laboratorio, un espacio de experimentación en el que nada está dado y donde los límites entre la figuración y la abstracción se desdibujan.
Curadoras: Marisol Argüelles y Graciela Kasep